23 de junio de 2010

How I met your mother, 2ª parte y Final

No contestó. Tampoco me dirigía la mirada.
Volví a realizar la pregunta, con un tono más intenso.
Se marchó corriendo.
No tenía la intención de ir tras él, pensé que tendría vergüenza de hablar conmigo o algo así, por lo que me quedé sola en aquella triste habitación, con la compañía de un triste piano.
En las semanas posteriores casi nunca coincidí con él, pero en las excepciones ocurría lo mismo: me miraba, se volvía cuando me daba cuenta, y se marchaba corriendo.

Un lejano día intenté llegar lo más rápido posible a clase, para ponerle un poco más nervioso con mi presencia y que empezara a tocar de pena. Como disfrutaba en esos momentos. Pero no. Quizás la madre tuvo telepatía y leyó mis pensamientos.
Me agarró, metafóricamente, del cuello y no paró de hablar, y de hablar y de hablar... fue un infierno. Me preguntó cosas muy absurdas y de interés privado. Mientras, vi pasar a la profesora yendo hacia la calle, yendo a fumar. Debía darme prisa si quería pillar al chico.
Al fin me dejó ir.
Corriendo, llegué a aquel pasillo oscuro, donde, al abrir la puerta, casi me choco con la persona a la que andaba buscando.
-Perdona un momento. No sé que te pasa conmigo desde hace unos meses, pero quiero saber por qué te quedas mirándome en clase, sales corriendo y nunca me diriges la palabra...
Ahora si que me miraba, con una sonrisa ladeada, vacilona, y cruzado de brazos, a lo macho man.
- ¿Me has oído? ¡Eoo!
Nada. Seguía vacilándome con esa mirada, sin dirigirme la palabra.
- Pero bueno, ¿a ti que te pasa? ¿te estás riendo de mí o qué?
No permití que nadie me ignorase de ese modo, y menos un “mindundi” como ese.
Decidió pasar de mí e intentar abandonar el pasillo haciéndome hacia un lado.
- ¿A dónde te crees que vas? ¡Tú de aquí no te mueves hasta que no me respondas!
Comenzó a reírse, a partirse, como se suele decir.
Apreté los labios, costumbre de mi nerviosismo. Lo estaba. Metí las manos en los bolsillos y encontré mi compás, el cual acaba de recoger en la clase de plástica al olvidármelo esa misma mañana. No me gustaba trazar con él, pero no tenía otro. Solía resbalar en el folio y romperlo, a causa de la punta.
Me abalancé sobre él y le apuñalé profundamente el cuello con el compás. Comenzó a desangrarse.
No sabía lo que me ocurría, no era responsable de mis actos. Me sentía muy bien.
Tampoco le oí ningún grito de dolor o socorro. Sólo me miraba con los ojos muy abiertos.
Continué rajándole con la afilada punta del compás. Parecía una carnicera. No pararía hasta que no dijese algo, aunque fuera un simple “Basta”.
No lo pude escuchar. Por suerte para él y desgracia para mí, murió a los segundos de la primera puñalada. El forense comentó que esa fue mortal. No sufrió mucho.

Nunca había cometido algo así en la vida. Yo era una chica normal, inteligente, simpática. Él me hizo cambiar en pocos meses. Quizás le amase. Quizás no.
Gracias al buen abogado del que disponía mi familia, me cayeron menos años de lo esperado. Pudieron ser menos, pero hubo un testigo, una pequeña violinista que vio y detalló la discusión que tuvimos en el estrecho pasillo de la academia en el juicio.
Ahora podría tener una familia, una casa a las afueras, con piscina, un perro, un mini. Aún me quedan 3 años para salir de aquí. Saldré con buenos compañeros para vengar mi pasado.

12 de junio de 2010

How I met your mother, 1ª parte

El Sol me daba de cara, parecía no llegara a mi destino. La academia tampoco estaba muy lejos de donde vivo, pero en aquellos calurosos días verano prefiero estar por ahí, paseando a mi perro mientras como un helado, que aguantando a mi querida y nerviosa profesora, una mujer con cara de chihuahua, tamaño de chihuahua y con la personalidad inquieta de fox terrier.Abrí la puerta más pesada que habré visto en mi vida, me quité las Aviator y bajé las escaleras mientras la recepcionista me miraba descaradamente desde su pequeño habitáculo.

- Hola

No obtuve respuesta.
Nunca he conocido a nadie tan desagradable como ella. Me suele cambiar hasta el nombre:

- Eres Ire... ne – escribía en la factura- ¿”La” ****?

[****: mi apellido real, precedido por EL, no por La]

Esa pregunta resultó hasta ofensiva. Por las piernas me subió un escalofrío muy tenso, y creo que al contestarle hice algún gesto, porque me fijé en que tenía cara de sorprendida.

- EL ****, separado y con K

Unos días puede ocurrir lo que aquel, que ni caso. Otros, empieza:

- ¡Hooooooooooombre, Irene! ¿Qué tal? A clase, ¿no? Ala, pues no llegues tarde ¡Adiós bonita!

- ¿A..adiós?

Mi madre dice que no me pase con ella, que es maja y que me aprecia mucho, pero está de acuerdo en que lo suyo no es normal. Me pregunto si sufrirá algún tipo de bipolaridad...

Antes de ir al aula me pasé por el baño para hacerme una coleta, no aguantaba ese calor infernal, y además, para comprobar si mi amada compañera me seguía mirando.

Teoría verificada: me “vigilaba” desde un espejo donde no se notaba naaaaaada que me miraba... En fin, continué mi travesía.

Primera puerta, largo pasillo. Como a esas horas no se daban muchas clases, en aquella academia no encendían muchas luces, como las de aquel recorrido, el cual debía atravesar sorteando obstáculos, como puertas entreabiertas para no pillarme los dedos.

Segunda puerta, final del trayecto. Allí estaban en la clase de la melancolía, de blancas y sucias paredes, moqueta gris, a la luz grisácea de un plafón medio roto, un chihuahua y un bipolar, observándome, y al menos, saludándome. Hablemos del bipolar: chico de mi edad, bastante alto, delgado, castaño, no me gustan sus ojos.

La profesora nunca se daba prisa en terminar sus clases. Daba igual que una señorita como yo estuviese de pie, cansada, despierta desde las 6:30 a.m., ella tenía que terminar su lección. Por cosas como esa, llegar tarde era mi prioridad.

Hay días en los que el bipolar me dice adiós al marcharse y otros en los que ni pío. Buena genética (¿no le recuerda a nadie?)
Pero justamente aquel día le noté algo tenso mientras estaba en clase, cosa de la que me percaté cuando la profesora le llamó la atención al mirarme. Pero, ¿por qué? ¿tendría alguna raya de boli en la cara? ¿le podría "contento" mi novedosa coleta?

Seguía haciéndolo, pero cuando yo le devolvía la mirada “al sentirme observada”, él la apartaba rápidamente.

Una vez la profesora se fue a tomar un descanso después de la clase, nos quedamos solos y no me pude contener.

- ¿Por qué me mirabas antes? - le prengunté mientras recogía.